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Úbeda: Teletranspórtate

Si estuviéramos en un año normal, muchos de nosotros estaríamos planificando escapadas de puente o de fin de semana: como 2020 ha decidido truncar muchas de nuestras expectativas, debemos conformarnos con soñar con esos viajes, o, como nos invita la nueva campaña Teletranspórtate a Úbeda y Baeza, llevarlos a cabo en proximidad y con el más extremo de los cuidados.

Hay tres ejes en esta iniciativa de la Asociación para el desarrollo turístico de Úbeda y Baeza (TUBBA), que nos invita a conocer estas dos ciudades Patrimonio de la Humanidad, y que ofrece experiencias muy especiales hasta el 20 de diciembre: el Oleoturismo, la artesanía y la cultura. En esta entrada me ocuparé de Úbeda, para hablar de Baeza un poco más tarde. He tenido la suerte de visitar ambas ciudades en ocasiones anteriores, y me tenían ya rendida: pero una mirada nueva ofrece descubrimientos nuevos también.

No hay ni siquiera que aclarar la enorme riqueza gastronómica que ofrece esta zona: ecos árabes, tradición y aires nuevos, una materia prima excepcional y mucho cariño. Comencé mi visita en el Restaurante El Seco, que borda la cocina tradicional, y muy en especial los pucheros. En estos momento ofrece la opción de comer en el exterior, y las vistas monumentales invitan a ello. Impresionantes las migas, las albóndigas en salsa de almendras y, por favor, no perdonen el postre. El trato es también familiar, cálido y cercano, un adelanto de lo que encontraré en todas partes.

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Se entiende mucho mejor la exquisitez de la cocina de El Seco si visitamos el origen de unos de sus secretos: el Aceite de Oliva Virgen Extra, AOVE, que mana generoso del mar de olivos de Jaén y que es recogido y tratado con mimo en las almazaras de la zona.

Resulta chocante que en una cultura que ha cultivado olivos desde tiempos inmemoriales y que ha descubierto el placer de la cocina y la gastronomía como obsesión nacional se continúe sabiendo tan poco del aceite: que, como pecado capital, se confunda cualquier aceite con el Virgen Extra, el que atesora todas las virtudes y las propiedades que convierten este zumo de aceitunas en un elixir de vida, sabor y salud.

Conscientes de esas carencias, las rutas y experiencias que muestran al viajero el proceso y la importancia del Aceite Virgen Extra han menudeado en los últimos años, y en este fomento del Oleoturismo la explotación pionera fue Oleícola San Francisco, una empresa familiar en la que su segunda generación ha logrado atraer hasta Begíjar a turistas de todo el mundo. En sus visitas a la almazara y a la fábrica explican con la pasión de quien vive para ello cómo los últimos años han logrado avances impresionantes en todo el proceso de recogida, de prensado y de embotellamiento del aceite. Allí puede verse la huella de lo antiguo entremezclada con la última tecnología.

Si se va con tiempo, se puede compartir con los profesionales la experiencia de varear los olivos, de comer con la familia, y de contrastar los antiguos sistemas casi manuales a la eficiencia y la limpienza del proceso actual: en la cata de aceite, con sus vasos característicos, puede comprobarse que todo ese esfuerzo ha merecido la pena. La decisión de abrir las puertas de las explotaciones, de formar a quienes se dedican a ello y a quienes somos meros aficionados, ha dado sus frutos en premios internacionales, en la fidelidad de quienes conocen su aceite y en una cultura y exigencia mucho mayor.

Y el que todo eso se haya podido llevar a cabo en un periodo de tiempo tan corto indica no solo la curiosidad del nuevo turista, sino también el pulso de los nuevos tiempos: no nos basta con viajar, con comer, con el disfrute. Cada vez más a menudo son los procesos los que nos sorprenden, el saber cómo se hace, de dónde viene, qué sentido tiene aquello que estamos presenciando. El entusiasmo de José Antonio Jiménez es contagioso, y su capacidad didáctica toda una lección.

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Y llega el momento de cenar: ya conocía de otras visitas la Arrocería Quique, que se encuentra en el precioso hotel Alvar Fáñez, y cuyo arroz al Senyoret quita toda pena. Anímense con las croquetas de jamón ibérico, y con la riquísima ensalada de naranja y bacalao si quieren algo más ligero: se sirve al aire libre en el patio del palacete de 1865, con el suelo de mármol y una preciosa galería superior.

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He de confesarles que repetí…

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La herencia literaria de Úbeda ofrece rostros muy diversos; por mencionar a dos contemporáneos, Muñoz Molina y el poeta golfo Joaquín Sabina nacieron aquí. Pero uno de los autores más queridos, al que se le dedica una semana literaria y mística, y del que se conmemora su muerte cada 14 de diciembre, es San Juan de la Cruz. Carmelita Descalzo, cómplice de santa Teresa, poeta excelso, enamorado de lo invisible, tiene en Úbeda su Museo, en el mismo lugar en el que vivió sus últimos meses  y donde murió, mientras tocaban a maitines las campanas de la cercana iglesia de San Salvador.

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Este Museo es interesantísimo para los amantes de la literatura, que conocerán más de uno de los poetas más excelsos de nuestra historia: se conservan primeras ediciones, y los recitales son frecuentes. Pueden además acercarse al hombre, la figura desdibujada por su entrega religiosa, la persecución que sufrió y la presencia de tantos otros genios de la época. Y recuperarán la trascendencia de su obra, la belleza de sus palabras. La iglesia een la que se conservan sus reliquias, el espacio en el que estuvo la celda en la que murió completan ese viaje vital que inició años antes en Ávila este joven enfermizo, pobre, genial, descendiente de judíos.

Pero gustará también a quienes aman la historia: a quienes quieren saber más del patrimonio histórico (el museo conserva una extraordinaria muestra de arte sacro, cada vez mayor), y para quienes tienen una cierta inquietud espiritual: no en vano, el museo es también Casa de Espiritualidad.

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¿Un dato interesante? Este esbozo del propio San Juan, que dibujó tras una visión, y que dio origen, con el tiempo, al más conocido Cristo de Dalí, con su inconfundible escorzo.

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El Museo se encuentra ahora en pleno crecimiento, y nos ofrecerá pronto nuevas actividades, en equilibrio entre la comunidad religiosa que aún vive aquí y la hospitalidad a los visitantes.

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Y de un museo sacro a un santuario del siglo XV, abandonado (llegó a dinamitarse en los años 70 del pasado siglo) y convertido ahora en uno de los espacios más espectaculares de la región: la Ermita Madre de Dios, a tiro de piedra de Úbeda, sobre una colina que ofrece unas vistas preciosas, acaba de abrir, y está pensado para celebraciones y eventos. Y lo cierto es que el respeto máximo al patrimonio que aún estaba en pie y el gusto más exquisito para integrarlo en el diseño contemporáneo le augura un futuro deslumbrante.

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El salón principal permite un vistazo al pasado, al estado en el que se encontraba el santuario hace apenas un par de años.Con fotografías de gran formato, en blanco y negro, el enlace entre pasado y presente se completa armoniosamente.

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Durante años, los dueños se han encargado del cátering de bodas y eventos, y esa experiencia resulta evidente en el Restaurante Sacrum, donde cada plato, que nace de la relación íntima de la gastronomía con el territorio, comienza a disfrutarse con los ojos, y acaba degustándose como un manjar. 

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El AOVE de la zona se incorpora a platos que en ocasiones tienen un giro exótico, entrantes, principales e incluso el postre. ¿Qué tal un algodón de azúcar con helado de violeta? ¿Y unos bombones con crema de aceite de oliva virgen extra? El paso por esta Ermita resultará difícil de olvidar en todos los sentidos, y sin duda no será la última vez que visite el lugar y a sus encantadores dueños.

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Úbeda, donde las iglesias, monasterios y santuarios se integran con naturalidad en el casco urbano, fue reconquistada por Fernando III el Santo: los judíos de la localidad le recibieron con albricias, porque las leyes cristianas resultaban más benignas que las musulmanas. Sin embargo, siglos más tarde la expulsión de esa comunidad borró el rastro hebreo en la ciudad. Quizás por eso sorprenda al viajero el encontrarse con una Sinagoga, la Sinagoga del Agua, en pleno centro urbano. 

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Su historia es fascinante: encontrada por azar cuando se derribó un edificio para construir otro, en un principio ni siquiera se sabía qué restos eran aquellos que ocupaban los bajos y sótanos que durante décadas habían sido una peluquería y un establo. La cuidada labor arqueológica llevó a descubrir que era no solo un edificio de traza judía, sino una sinagoga del siglo XIV, que contaba con una galería de mujeres y un baño ritual o Mikveh, en su corazón oculto. Para más señales, se alzaba junto a la Casa de Inquisidor de Úbeda. ¿Era un desafío? ¿Contaba con una cierta protección de los conversos? Hay aún muchas preguntas en este lugar fascinante, que merece una visita guiada con calma.

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En este lugar, las antiguas cocinas, un cabrero guardó su ganado durante años. El trabajo de reconstrucción y desescombrado ha sido exquisito.

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Varios pozos, algunos aún vivos, dan nombre y sentido a la Sinagoga.

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Cada solsticio de verano un rayo de luz entra por la estratégica abertura que se encuentra en el suelo del patio e inunda de sol el baño ritual, para crear un efecto mágico. Estas fotos han sido cedidas por @Andrea Pezzini

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 Una visita a Úbeda debía incluir una visita a alguno de sus alfareros, que mantienen viva la artesanía local que ha dado fama a la ciudad durante siglos. Cinco generaciones han trabajado el barro en Alfarería Góngora, desde 1846, y su dueño actual, Pedro, mantiene la tradición de hospitalidad, calor y sencillez que han sido su sello de identidad.                                                                                                                            P1011105

Fue aquí donde los medios de comunicación, al tanto de mi visita, se acercaron para tomar unas imágenes. Me acompañó el Diputado Provincial de Promoción y Turismo de Jaén, Francisco Javier Lozano, un entusiasta de su labor. Y, por supuesto, yo hablé de mi propio entusiasmo. De cómo la cultura y el turismo, aliados, pueden suponer una esperanza para el territorio, de la importancia de preservar nuestro legado y patrimonio, de cómo en el pasado se encuentra el futuro. Y de lo bien que me estaban tratando, y lo diferente que se ven las cosas cuando se entienden.

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Y como el objetivo de visitar el taller de Pedro estaba relacionado con el aprendizaje, además de con la admiración que despierta su técnica, allí me puse, manos a la obra en el barro, el torno y el buril.

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No nos engañemos, ni siquiera guiada por un maestro tan paciente y tan generoso como Pedro la cosa es sencilla. Lo que él hace con una facilidad engañosa es fruto de años y años de técnica y habilidad, y así debe ser valorado. Me enseñó luego a realizar los calados en las piezas, antes de que pasen al vidriado. Otra labor de precisión, cuidado y mimo.

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Cuánto trabajo, llevado a cabo en silencio, tierra, agua y fuego, con paciencia y determinación, para darnos los platos, las aceiteras, las tazas que con tanta naturalidad usamos. Fascinado por el aceite de su tierra, Pedro quiso que probara algunas variedades. Y, a esas alturas, ¿cómo decir que no? No se pierdan una visita a este taller: además de la belleza de las piezas, el trato de Pedro y su esposa lo convierten en una casa abierta a amigos. 

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Faltaba aún un restaurante por probar en esta ruta, la Cantina La Estación. Una agradabilísima sorpresa por su propuesta estética (de pronto me vi en un vagón del Orient Express) y por su cuidada cocina de autor, donde nuevamente todo gira en torno al aceite de oliva virgen, hasta los cócteles, y donde cada plato es una experiencia, un desafío y al mismo tiempo un reencuentro con la tradición y el sabor. Increíble su salmorejo, por mencionar uno de los deliciosos platos que probé, fantástico el foie con frutos rojos.

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Con esto acababa mi ruta por Úbeda, mi experimento de teletransporte por un par de días a una tierra de aceite y barro, de profunda espiritualidad y una capacidad de disfrute extraordinara. Los campos de olivos que me habían recibido me despedían, a la espera de una próxima visita para ver más, para aprender más.

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El vestido negro estampado que llevo en el Restaurante El Seco es de Mango. En la visita a Oleícola San Francisco visto abrigo negro de Manila Grace, bolso Daisy de la misma firma, vestido negro de encaje de LolitayL y  mascarilla de Bela. El vestido rojo es de Alicia Rueda. El abrigo-vestido negro de la visita a la Sinagoga forma parte de la colección de Esther Noriega.Joyas de Uno de 50. Por último, el traje camel de la visita a Alfarería Góngora es también de Manila Grace. Los pendientes de cristal son de Mango.

Las fotos son de Nika Jiménez. Entre los agradecimientos pendientes, además de al Parador de Úbeda he de mencionar a Turismo de Úbeda y Baeza.